Hoy queremos compartir con vosotros la historia de una importante pintura que ha llegado a nuestro taller. A menudo, el reverso de una obra de arte nos proporciona información que nos da pistas sobre su historia, su autoría y su valor.
La pintura llegó a nuestro estudio con bastante suciedad superficial pero, por lo demás, en un estado de conservación más que aceptable. Es un óleo sobre lienzo atribuido al pintor galés Richard Wilson (1713-1782), uno de los miembros fundacionales de la Royal Academy, cuyo estilo influyó decisivamente en la primera generación de paisajistas británicos del siglo XVIII. De confirmarse esta atribución, el lienzo habría sido pintado a partir de la estancia del pintor en Italia, que tuvo lugar entre 1749 y 1755.
El lienzo es, en todos sus detalles, muy afín a las obras italianas del pintor británico: un paisaje de inspiración clásica de fondo con personajes anónimos en primer plano (aquí, una pareja paseando junto a su perro). La escena nos sumerge en una atmósfera de belleza ideal que transmite calma y profundidad.
Versiones de la misma pintura
Wilson realizó distintas versiones de esta pintura, conservándose en la actualidad al menos dos de ellas en colecciones privadas. Como reflejo de su popularidad, puede resaltarse el hecho de que esta pintura fuera incluida en la colección de grabados sobre la obra de Richard Wilson, publicada por el grabador Thomas Hastings en 1820. En la leyenda que acompaña a este grabado en la citada obra se dice que el artista pintó el cuadro original en el año 1768, lo que nos da una posible fecha de ejecución. El British Museum conserva dos ejemplares de este grabado.
El reverso: lo que los ojos no ven a simple vista
Un momento emocionante fue encontrar una etiqueta manuscrita en el reverso del bastidor. La anotación está fechada en 1925 y, aunque es apenas legible, informa sobre antiguos propietarios de la obra a lo largo del siglo XIX. Entre ellos menciona al coleccionista John Hawkins, de Amberley (Sussex) y, también, a un sobrino suyo, de nombre H.C.T. Hawkins. Herederos de éste último la debieron sacar a la venta en torno a 1909.
De alguna manera, la pintura saltó el Canal de la Mancha, hasta París y en esta ciudad permaneció hasta los años 80 del siglo XX, momento en el que viajó de nuevo, en esta ocasión hasta Gipuzkoa, su morada actual.
Como resultado de nuestra investigación (y también de cierta dosis de suerte), hemos conseguido reconstruir buena parte de la biografía de esta pintura, identificar a sus propietarios, e incluso averiguar que ya fue expuesta a comienzos del siglo XIX. Los detalles de esta historia, fascinantes y llenos de glamour, los dejamos para futuras entradas en este blog.
Restauración y revalorización de la obra
Como hemos mencionado al empezar, la pintura, con un tamaño de 53 x 82,5 cm, llegó a nuestro taller de restauración en Bilbao en buen estado de conservación, aunque con mucha suciedad superficial. La intervención se ha limitado a eliminar la capa de barniz amarillento que oscurecía los colores originales. Tras este proceso, los tonos vibrantes del paisaje y los detalles de la pintura se han hecho mucho más visibles. Esta limpieza también ha resaltado el delicado craquelado de la superficie pintada, resultado del paso del tiempo. Una restauración previa había incluido un reentelado.
Conclusión: La historia detrás de la obra
Como hemos visto, hasta el más humilde y marginal detalle en una obra de arte puede aportar información relevante. Una desgastada etiqueta en el reverso de este lienzo nos ha permitido vincular esta pintura a una colección concreta de la que existía constancia. Este resultado del azar ha permitido certificar la atribución de la autoría, ha realzado el valor histórico de la obra y ha incrementado, en última instancia, su potencial valor de mercado.